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Del Dicho al Hecho

El “sabadazo sindical” del Único: democracia con horario de fin de semana

Por Ignacio Romero

20 de octubre/25

Dicen que en México la democracia nunca descansa… pero a veces trabaja horas extra los sábados, sin permiso, sin convocatoria y con una urna bajo el brazo. Así ocurrió con el reciente intento de “renovación sindical fastrack” del SUTCDMX, esa especie de sabadazo burocrático donde un grupo de entusiastas, encabezados por el líder de la sección Uno, Hugo Alonso Ortiz, de limpieza, hoy bastante sucia, decidió que el mejor momento para elegir dirigente era justo cuando las oficinas estaban cerradas, los reflectores apagados y cuando a él se le pegara la gana.

El libreto es muy conocido: se convoca a una “elección” a la velocidad de la luz, se acomoda un templete, se pronuncia un discurso heroico y, antes de que termine el fin de semana, ya hay un nuevo líder proclamado, con sello invisible de legalidad y todo. Pero claro, el Gobierno capitalino, que últimamente anda con el radar encendido, no tardó en salir a decir: “Bonito intento, pero eso no vale ni como tómbola de quermés”. Evidentemente, tanto la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, como el secretario, César Cravioto,  le advirtieron al madrugador que lo van a acusar con su mamá y con su papá: el TFCA y la FSTSE, respectivamente.

Y es que este tipo de movimientos sindicales tienen la elegancia de un portazo: ocurren sin transparencia, sin consenso y sin más sustento que el entusiasmo de quienes ven en el sindicato no una herramienta de defensa laboral, sino un vehículo de poder personal y presupuesto público. Lo de menos es representar a los trabajadores; lo importante, al parecer, es representarse a sí mismos con credencial plastificada y cargo autoasignado.

Mientras tanto, las autoridades prometen diálogo, legalidad y respeto a los derechos laborales… promesas que, en el papel, suenan tan nobles como una marcha sindical en cámara lenta. Se habla de conciliación, de justicia, de institucionalidad, y uno casi puede escuchar de fondo un mariachi tocando “El Rey”, mientras los otros líderes sindicales hacen fila para ver a quién le toca la corona real.

Lo irónico —y casi poético— es que este “sabadazo sindical” no es un accidente: es el reflejo de una cultura política que sigue creyendo que la ley se negocia en horario de oficina y se rompe en fin de semana. Y que la representación obrera no es una responsabilidad colectiva, sino una especie de concurso de popularidad con tintes administrativos.

Por supuesto, el Gobierno capitalino ya marcó distancia, recordando que la elección carece de validez legal y que los órganos competentes analizarán el asunto. Pero en un país donde todo se analiza eternamente, la verdadera incógnita no es quién gane el liderazgo, sino quién ganará la partida del olvido cuando el escándalo pase de moda.

Porque al final, el verdadero poder sindical no se mide por cuántos votos se contabilizan en sábado, sino por cuántas causas se defienden en lunes. Y ahí es donde muchos líderes prefieren descansar.

A lo hecho, pecho

Si la democracia mexicana fuera un taller mecánico, el sindicalismo sería ese cliente que jura haber cambiado el aceite… pero nadie sabe con qué lo rellenó.

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